En una película de aventuras y ciencia ficción de 1991, ambientada en el cambio de milenio, aparece una cámara que toma fotos que los ciegos pueden ver y también mostrar los sueños que sueñan las personas. Según ese director, el fin del mundo vendría más de una sobreproducción de imágenes que de la catástrofe nuclear que trae consigo la caída de un satélite Hindú.
los personajes se enferman o salvan de – con las imágenes
soñando acompañados por otros.
En Santiago de Chile, en el año 2025, el concurso Juan Downey, a 32 años de su inicio nos invita a jugar a tener tiempo para entrar en una sala de cine y detenernos en las imágenes, nos desafía como observadores y nos dispone tanto al disfrute como a la incomodidad. Aceptar esta invitación es también un voto de confianza en nosotros mismos.\
La selección de este año es exigente en tiempo. Nos invita a permanecer en los bordes de la imagen, a pensar sus códigos y las muchas formas en que sus exploraciones se movilizan hacia una reflexión activa del presente. Nos propone probar las imágenes como veneno y antídoto a la vez, sorteando las simulaciones: tan antiguas como la luz misma.
En su libro ciencia ficción capitalista, Michel Nieva nos cuenta que Jules Verne, en 1903, en un artículo poco conocido declaró que “el escritor de ciencia ficción escribe en papel lo que otros esculpirán en acero” entonces, nos preguntamos hoy ¿en qué dirección podrían operar éstas imágenes? no lo sabemos, pero al menos tenemos la oportunidad —una vez más— de entrar en la sala de cine.



































